sábado, 19 de diciembre de 2009

Una cacique wichí en contra del aborígen acusado

Entrevista: Octorina Zamora, cacique de la comunidad wichí Honat le´les, de Embarcación


“Fue una aberración”




- ¿Está de acuerdo con que Fabián Ruiz continúe preso y en espera del juicio, tal como dispuso la Corte de Justicia de Salta?

- Sigo pensando que la violación de una menor por parte de un mayor es una aberración, y que esto no existe como ninguna pauta cultural de las comunidades indígenas, y menos en la wichí, en donde es castigado es abuso de poder y las relaciones sexuales incestuosas.

- Sin embargo, algunos antropólogos insisten con respecto a la preexistencia de culturas que no pueden ser juzgadas.

- Insisto que esto es un crimen para los wichís, como lo es para ley argentina. Pero además, ya que me menciona a los antropólogos, a los cuales respeto, creo que también sería correcto hablar con los ancianos de la comunidad, que son fuente de nuestra sabiduría, y las mujeres, y no solamente con antropólogos ingleses o criollos con posturas que dicen que nos representan.

- ¿Qué dirían ellos?

- No se. Yo habló como cacique de mi comunidad y como mujer. Y creo que como sociedad argentina y pueblo wichí, no podemos permitir que se avale una violación, pues así se está poniendo en peligro a los niños, que para las comunidades indígenas son los únicos privilegiados.

- ¿No existen abusos dentro de las comunidades?

- Claro que existen. Y a veces los condenamos nosotros mismos, y también es cierto que en muchos casos se acepta el abuso de poder y el abuso sexual infantil en las comunidades originarias, pero en los casos que esto ocurre es porque son defendidos por la mafias de la dirigencia indígenas, apa¬ñadas por los políticos y gobiernos de turno y por razones clientelistas.

El machismo

- Y porqué, excepto en su caso, no hablan las mujeres wichís?

- Porque no se les pregunta. Siempre se busca a funcionarios, políticos, académicos, y la gran mayoría son hombres. En este caso nunca se escuchó hablar a una mujer indígena. Creo que mucho tiene que ver la sociedad machista imperante, que ha ido cambiando la cultura originaria, imponiendo conductas que les eran útiles a los colonizadores y exploradores blancos. El machismo no es propio de los wichís.

- ¿Y cómo se manejan las relaciones de género entre los wichís?

- Tradicionalmente, los géneros tenían sus roles, y en muchas ocasiones las mujeres de una comunidad realizaban actividades que para los criterios europeos o dominantes, serían machistas. Por ejemplo, las mujeres podíamos tener también nuestros cotos de caza, vedados a los hombres.

Hablando con las mujeres wichí

En Hoktek T ‘ oi

Miserables ranchos compuestos de una habitación, construidos con barro y ramas. Los niños están descalzos, flacos, sucios. Apenas se mueven y menos sonríen, sin ánimo para jugar bajo el calor agobiante y un sol incendiario. A la distancia, detenidos sobre el suelo y debajo de un quebracho raquítico, tres pájaros tienen los picos abiertos. Hacia el sur se interrumpen los escasos árboles y comienza el terreno abierto donde crecen porotos, hasta donde se pierde la vista. Estamos en la comunidad Hoktek T ‘ oi, o Lapacho Mocho, territorio de los wichís.


Dialogar con los aborígenes no es sencillo. Mucho menos con sus mujeres y hasta el momento, imposible había sido obtener palabras de Estela, la supuesta víctima de violación. Por intermedio del antropólogo John Palmer, quien reside en la zona desde hace 32 años, logramos entrar a la comunidad y conocer las opiniones de sus miembros, las mujeres y principalmente Estela, acerca de la acusación que mantiene preso a Qa’tu desde mediados de 2005.


“Nuestra tierra está arrasada, como nuestra cultura y ahora uno de nosotros está preso por algo que para nosotros no es delito, como dice la Justicia blanca”, afirmó Roque Miranda, cacique de la comunidad. “Yo soy mujer, esposa de Qa’tu y madre de Menajen”, sostuvo, en su lengua, Estela. “Yo era mujer, libre, cuando lo elegí a él. Mi madre, las mujeres y la comunidad aceptaron lo que quise; pero ahora mi hombre está preso, no me dejan verlo. Por eso me duele el alma. La justicia de los blancos tiene que escucharme y soltar a Qa’tu. Todos lo necesitamos”, sostuvo, seria, aparentemente enojada, incomoda con la visita. A simple vista, su rostro agraciado muestra a una joven que ronda los 18 o 20 años. Sin embargo su documento de identidad dice que tiene 13.



“Se que es una violación, Estela nació porque me violaron. Y Qa’tu no violó a mi hija; ella lo eligió y yo acepté, aunque me dolió que mi hombre elija a otra mujer. Pero yo no lo denuncié”, remarcó Teodora. “Lo necesitamos con nosotras. Nuestras costumbres dicen que el debe protegernos”, aseguró, mirando fijo mientras sus manos continuaban de memoria sobre el telar donde tejía el chaguar.


“Mi hijo no hizo nada malo, pero mi esposo murió porque Qa’tu estaba preso”, contó Erminda. “El debe cumplir con las mujeres que tiene, con la comunidad, no con la justicia blanca”, enfatizó.
Entrevista: John Palmer, doctor en Antropología.

“Se está cometiendo un crimen étnico”

El antropólogo John Palmer estudió Filosofía y Antropología en la Universidad de Oxford y llegó a la Argentina “con 20 años, casi en el mismo vuelo que Perón, en 1973”. Desde hace 32 años estudia, trabaja y convive en las comunidades wichís de la zona del chaco salteño, entre ellas, la de Lapacho Mocho, de donde procede Fabio Ruiz y la supuesta víctima. La esposa del inglés es indígena, con quien tuvo tres hijos.



- ¿Cómo ha repercutido en la comunidad donde usted trabaja la resolución de la Corte de Justicia que deja detenido a Ruiz?

- Para todos nosotros es deprimente esta noticia. No entendemos porque les cuesta tanto entender a los jueces que hay diferencias culturales entre modos distintos de vida. Esto sólo se trataba de un pedido de excarcelación, de darle la oportunidad de libertad a un hombre que necesita volver a su comunidad, en donde lo esperan su esposa y madre de su hijo y su gente.

- ¿Cuánto tiempo lleva detenido José Fabio Ruiz?

- Está preso desde hace 4 años y medio, y eso, creo, ya es una injusticia, incluso hasta un acusado de homicidio no podría llevar tanto tiempo sin juicio.

- Tengo entendido que el juicio se aplazó debido a los planteos de la defensa, de la cual usted participa.

- Desde mediados de 2005, cuando el juez (Ricardo) Martoccia procesó a Ruiz, todos nosotros, la comunidad, su esposa, el equipo de profesionales que integramos la defensa, rechazamos la acusación y dijimos que no había delito, sino incomprensión cultural. En un primer momento, la Corte de Justicia pareció darnos la razón pues devolvió todo el expediente a Martoccia, pese a que habíamos pedido otro juez por su marcado etnocentrismo. Fue él quien vuelve a procesarlo a Ruiz, diciendo que incluye las pericias antropológicas pero sesgando su sentido y además plagiando fuentes. Es desde ese momento que pedimos por la liberación de este hombre.

- Usted me dice que su esposa pide la libertad de Ruiz, ¿se refiere a la menor de edad que quedó embarazada cuando era niña?

- Si, claro, a ella, pero que no era niña. Estela (la supuesta víctima menor de edad) no puede visitarlo desde que fue detenido, por orden del juez, y Ruiz no puede conocer a su hijo Menajem, que va a cumplir cinco años. Y este es el centro de la cuestión. Ellos eran pareja, y se quieren y tienen un hijo. Lo que es natural para la cultura wichí, es un delito para la ley penal.

- Doctor, pero cuando se denunció el hecho, ella era una menor de 9 años, y el un hombre de 28…

- Bueno, ese es otro problema, pues se mezclan errores del Estado y concepciones culturales. Con la Ley de Amnistía para los indocumentados, a Estela le dieron una edad absurda. Tanto es así que su madre quedó con 21 años y ella con 8. Es por eso que también iniciamos un proceso de rectificación de partida de nacimiento. Pero por otro lado, la realidad wichí no tiene números, no es cuántica como la occidental. La cultura se vive en etapas. En el caso de las mujeres, ellas, a partir de la primera menstruación, son consideradas libres para determinar su sexualidad, con ciertas reservas parentales, y pueden elegir quien será su esposo. Esto es importante a la luz de las diferencias culturales, pues para la cosmovisión occidental, se trataría de una púber, pero para la realidad wichí, en donde el Estado está ausente, con una marginación e indigencia infrahumanas, donde viven sin luz, o agua, o vivienda, con nulos recursos para sobrevivir, no se puede comparar a un púber urbana a una púber indígena. El desarrollo socioafectivo es diferente, la percepción sociocultural es distinta. Por eso ella estaba madura para elegir hombre, y eso es lo que no se comprende. Además, el médico que la revisó y comprobó que estaba embarazada colocó en su informe que Estela tenía una edad entre 13 y 15 años, o sea, de 2 a 4 años más que la indicada en el documento. Es por todo esto que decimos que no hubo violación.

- Entonces, para ustedes, ¿los dictados de la Justicia son parcializados, no comprenden la realidad indígena?

- Absolutamente. Son etnocéntricos, como fue etnocéntrico el juez Martoccia desde un comienzo, abordando un caso complejo desde la óptica occidental, y se llegó a éste crimen étnico. Luego, en su segunda resolución, el juez invocó costumbres indígenas para encubrir las deficiencias del juzgamiento. Es un enfoque etnocéntrico decir que porque los wichís usan celular tienen la cultura occidental, y considerar a Ruiz un violador.

- Estimo que no se acepta es que un adulto como Ruiz haya seducido, o intimidado por su poder masculino, o su ascendiente, a una niña o adolescente púber.

- Todos los antropólogos coinciden en que los wichís tienen una pauta cultural propia, en donde la parte activa es la mujer, y el hombre tiene un rol pasivo. La mujer domestica la naturaleza, lo salvaje, y al hombre, y elige a su compañero afectivo, con quien casarse y tener familia. Nunca es el hombre el que se acerca. Es más, si un hombre se acerca a una mujer con intenciones afectivas, es considerado que tiene una conducta femenina

- Sin embargo, la cacique wichí Octorina Zamora dice que los adultos wichí no tienen relaciones con niños.

- Octorina Zamora no conoce la causa; en un principio pensó que se trataba de un criollo que había violado a una wichí. Y no comprende tampoco la complejidad de este caso. Ella nunca habló con nadie de la comunidad ni tampoco con las mujeres.

- ¿Qué van a hacer a partir de ahora?


- Lo que ha hecho la Corte es decepcionante y deprimente, y en la comunidad todos están tristes. Creemos que Ruiz es una víctima del sistema jurídico imperante que con criterios etnocéntricos culpa a una pareja por formar familia. No nos quedó otro camino que recurrir a la Corte Suprema de Justicia y a la Corte Internacional de Justicia, por la libertad de Ruiz y por la comprensión y el respeto entre culturas diferentes que conviven en un mismo Estado.

viernes, 18 de diciembre de 2009

El caso data de 2005 y plantea polémica entre los derechos de los niños y las ancestrales costumbres de los pueblos originarios.



Un wichí acusado de violar a una niña pide su libertad a la Corte Suprema



› El aborigen salteño, de 32 años, está preso por embarazar a la hija de su ex esposa. La supuesta víctima era menor de 13 años.



› La Justicia resolvió que el hombre seguirá detenido hasta el juicio. Sus defensores dicen que “sólo fue fiel a su cultura”.

Darío Alberto Illanes




Qa’tu, o José Fabián Ruiz, es un aborigen wichí de la comunidad Hoktek T ‘ oi (Lapacho Mocho), ubicada en las afueras de Tartagal. El joven presentó el 10 de noviembre pasado, por intermedio de sus abogadas defensoras América Alemán y Sarah Esper, un recurso extraordinario a la Corte Suprema de la República Argentina pidiendo su libertad.

La presentación judicial es una de las últimas cartas del wichí tras el fallo de la Corte de Justicia de Salta que denegó su excarcelación. Los ministros ratificaron que Ruiz seguirá detenido hasta el juicio pues está acusado de abuso sexual agravado por el vínculo en perjuicio de una menor, hija de su ex pareja wichí, un delito grave que tiene una condena que puede llegar a los veinte años de prisión. Qa’tu está preso desde mediados de 2005, en el penal de Tartagal.

Según la ley argentina y el derecho internacional, Ruiz presuntamente violó y embarazó a una niña de nueve años que estaba bajo su cuidado. La Corte de Justicia de Salta destacó en un fallo que los pueblos originarios tienen el derecho a conservar sus costumbres e instituciones propias "siempre que éstas no sean incompatibles con los derechos fundamentales definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos humanos internacionalmente reconocidos”.

Por su parte, los integrantes de la comunidad Hoktek T ‘oi aseguraron que Qa’tu no hizo nada malo pues actuó de acuerdo a las costumbres del pueblo wichí. El mismo concepto subrayó el antropólogo John Palmer, residente en Tartagal. “Mantenerlo preso es un crimen étnico”, remarcó.

Opuesta es la postura de la cacique Octorina Zamora, de la misma etnia y fundadora del primer partido aborigen de Argentina, quien sostuvo que en su pueblo no está permitida la violación de una niña y que lo hecho por Qa’tu “es una aberración”

En tanto, el pionero en la investigación y sanción de los delitos sexuales contra niños, el juez federal Carlos Rozansky, aseguró que “una menor de 13 años, por su estadio evolutivo, no tiene la posibilidad de elegir sobre su sexualidad; por lo tanto, lo que haga un adulto sobre ella, por más invocación de costumbres culturales, comete un delito y una aberración”.



A partir de esta aparente contradicción entre derecho y cultura originaria, se desató una polémica de alcance internacional que continúa hasta la actualidad: ¿Estela fue una niña abusada por un adulto o una jovencita wichí que decidió libremente sobre su vida de acuerdo a la cultura de su pueblo? ¿Las costumbres de los pueblos originarios tienen preeminencia sobre los derechos humanos universales? ¿La sociedad argentina se rige por la igualdad ante la ley o el respeto a las diferencias culturales? La integridad personal y sexual de los menores, ¿no resulta perjudicada al sostener criterios de relativismo cultural? Las posturas de la defensa, algunos antropólogos y la comunidad wichí, ¿no permiten que se continúe revictimizando a la presunta víctima y a su hijo? ¿Es legítimo y válido que Qa’tu, su actual esposa y la comunidad que lo defiende arguyan el desconocimiento del delito de violación y de los derechos de los menores de edad cuando, por otro lado, conocen y argumentan a su favor los derechos a la tierra, a los recursos naturales, la vivienda y el trabajo que legítimamente les reconocen la Constitución de la Nación Argentina, la Constitución de Salta y el derecho internacional?



Imágenes tropicales



Quienes lo conocen personalmente, afirman que el juez Ricardo Martoccia, un salteño radicado en Tartagal desde comienzos del 2000, es una persona recta, responsable, de mente abierta y en absoluto prejuicioso. Desde su punto de vista, expresado en dos resoluciones judiciales a mediados de 2006 y a fines de 2008, el caso de la violación de una niña por parte de un adulto comenzó el 8 de julio de 2005. Aquel día, Dora Carrizo, directora de la escuela primaria Kilómetro 14 Nº 4744, sobre la polvorienta ruta provincial 81, marchó hacia la fiscalía penal Nº 2 junto la aborigen Teodora Tejerina para denunciar que el marido de ésta había embarazado a su hija Estela. La denuncia llegó a la Defensora Oficial Civil Nº 1, Claudia Zamar de Esper, quien solicitó la revisación física de la menor encinta. Los médicos constataron que la esmirriada chica presentaba 36 semanas de embarazo y pronto alumbraría un bebé. En el informe señalaron que la edad de la jovencita oscilaba entre los 11 y 13 años. Sin dilaciones, Martoccia ordenó la detención del presunto abusador, José Fabián Ruiz, en aquel entonces de 28 años, hijo de un chamán y quien parecía que seguiría el sagrado oficio de su padre, el 13 de julio de 2005 salió esposado de su comunidad. Había perdido la libertad.

Teodora Tejerina, aún adolescente, supo lo que era ser usada violentamente por un criollo sólo para tener sexo. De aquel encuentro brutal nació Estela. La wichí violada recorrió centenares de kilómetros de monte chaqueño hasta llegar a Hoktek T ‘ oi, en donde ambas fueron aceptadas. En el 2004, los funcionarios del Registro Civil de Tartagal llegaron hasta Lapacho Mocho con el objetivo de regularizar la identidad de los niños aborígenes. Cuando le llegó el turno a Estela, su madre dijo que había nacido a fin de un año que no podía precisar. “Los wichí no miden el tiempo como nosotros. Sus ciclos son totalmente diferentes, pues se rigen por la naturaleza que los rodea”, explicó el antropólogo John Palmer. Ante la ausencia de datos formales, los funcionarios determinaron que la chica, por su aspecto pequeño, tenía ocho años y había nacido el 31 de diciembre de 1996.

Poco después, Estela experimentó dos sensaciones nuevas y arrolladoras: su primera menstruación y vio al esposo de su madre como hombre. Al menos así lo aseguraron la misma Estela como Teodora a El Tribuno: “ella ya era mujer, y me dijo que quería a Qa’tu”, contó la mayor. “El me gustó. Se lo conté a mi madre, y después que ella aceptó, fui con Qa’tu”, relató, en su idioma, la menor. Dentro de la celda, el hombre sostuvo lo mismo. “Después que Estela me dijo que me quería, yo hable con Teodora. Ella les preguntó a las mujeres de nuestra comunidad, después a todos, y me dieron permiso. Entonces comencé a estar con Estela”, recordó el acusado.

- ¿Pero usted no sabía que, al ser adulto, tenía prohibido por la ley acostarse con una menor de edad y que entonces hacía algo incorrecto?, preguntamos.

- Yo no hice nada malo. Ella (Estela) me buscó y Teodora, las mujeres y la comunidad me dieron permiso para que sea mi mujer, respondió Qa’tu en su lengua.

El hombre comenzó a convivir en el mismo rancho con ambas mujeres, aunque la relación con su primera esposa había terminado, pues estaba obligado a mantener la subsistencia de ambas. Poco después la menor quedó embarazada. Cuando su estado de gravidez fue avanzado, interrumpió su asistencia a la escuela. La directora, Dora Carrizo, preguntó a la madre por su ausencia y esta le contó la situación. La docente, horrorizada, la convenció de que esa relación era un delito y llevó a la mujer ante la justicia.

De esto hace cuatro años y medio. El niño nació y la comunidad lo bautizó como Menajen. En wichí significa “por quien su padre está preso”.