lunes, 28 de diciembre de 2009

Qa'tu en la cárcel

Qa’tu dentro del penal




Una mano ruda, pero blanda, como carente de energía, es la que extiende José Fabián Ruiz al periodista. El aborigen acusado de violar a una niña wichí tiene mediana estatura, piel cobriza que el encierro desde hace más de cuatro años no logró decolorar, sus ojos amarillentos de tanto mirarse para dentro y un aspecto demacrado, desolado, entristecido. Qa’tú, en el tiempo que lleva preso, se enteró que nació su hijo y murió su padre.


Ruiz esperaba el encuentro con El Tribuno. “Los jueces no me escuchan, y ellos no entienden las costumbres de nuestro pueblo, están equivocados”, reclamó, con voz apenas audible, en su lengua wichí.



“Tik otes iki”, dijo. “No tengo culpa de nada”, tradujo el antropólogo. Y es que para el aborigen, la prisión que guarda es incomprensible pues él está convencido de no haber cometido ningún delito. “Acá hubo violadores, pero ya están afuera, en cambio yo continúo adentro. Me castigan por lo que me autorizó mi gente, con el permiso de Teodora (la primera mujer y madre de la víctima), las mujeres y Estela (la chica con quien mantuvo relaciones penadas por la ley) La única mujer que me condenó sin conocerme fue Octorina Zamora. Debe ser muy mala para odiarme”, deslizó, sin rencor.


“Mi familia me necesita, yo los necesito. Quiero visitar la tumba de mi padre, que murió de pena por culpa de la justicia blanca, y a mi hijo, que no vi nacer”, contó, con triste desconcierto. Y luego volvió a su silencio.