jueves, 13 de mayo de 2010

"Queremos policías aborígenes"

Entrevista: Indalecio Calermo, cacique general del pueblo wichí de Salta.


Queremos que haya policías aborígenes”

Se mostró conforme con las promesas del ministro de Gobierno Pablo Kosiner. Aseguró que se estuvo al borde de una guerra entre wichís y chorotes por la acusación policial contra una aborigen. Sostuvo que algunos policías, cuando ven que además de pobres, son aborígenes, los tratan mucho peor.


- ¿Cómo es su ánimo luego de la reunión que mantuvo con el ministro? (de Gobierno, Seguridad y Derechos Humanos, Pablo Kosiner)

- Estoy muy contento, fue una buena reunión, al menos los aborígenes sentimos que va a haber justicia. El ministro nos aseguró que se irán de sus cargos los policías que estuvieron a cargo de las investigaciones por el caso de Evangelina Pisco. Nosotros creemos. Lo primero es que no puedan representar a la Justicia gente que maltrata a nuestro pueblo. La Policía está para respaldar y ayudar a los ciudadanos, como somos nosotros.

- ¿Entonces, los maltratos no son nuevos?

- Todo esto viene de arrastre. Estas cosas malas, los maltratos, las torturas, no son nuevas. Cuando se es pobre, y aborigen, los policías nos tratan peor. Ahora esperemos que haya cambios.

- ¿Qué cambios esperan?

- Además de la verdad en el caso de Evangelina Pisco, hablamos con el ministro acerca de que debe haber policías aborígenes, para tratar con nuestros hermanos. Que conozcan las lenguas, para que no haya malentendidos. Todos los aborígenes, todos los caciques ahora miraremos mucho hacia la fuerza (policial). Sabemos que la mayoría son buenos; no puede ser que por algunos malos caiga toda la fuerza. Pero hay que castigar a los malos. Queremos que se respete el derecho indígena, nosotros creemos en una real integración, no con marginación, no con discriminación, no con desprecio.

- ¿En algún momento usted pensó que Evangelina había sido asesinada?

- Nunca. En realidad, nunca creí que su tía, una wichí (por María Eugenia Aramayo, acusada originalmente por la Policía), haya podido asesinarla. Culpa de esa acusación falsa, de esas mentiras arrancadas por la tortura, se estuvo al borde una guerra entre razas hermanas, entre los chorotes y los wichí. Fue en ese momento que, por pedido de los caciques, fui a hablar con el juez (Nelso) Aramayo. El fue muy gentil, me atendió y permitió que yo sea traductor de los acusados. Entonces hablé con María Eugenia y me contó toda la verdad, de que ella con Evangelina salieron del baile para comer choripanes, que ella se adelantó y que la vio cuando cayó en un pozo de las cloacas, abierto quien sabe desde hace cuanto. Esa versión era diferente a la de los policías que la habían torturado. Y el juez me creyó. Y gracias a eso pudimos encontrarla a la chica (Pisco), donde había estado siempre, como había dicho María Eugenia desde la madrugada de ese domingo.

- ¿Les queda algo pendiente?

- Ya nos reunimos con el ministro (Kosiner). Ahora seguiremos para pedirle a Aguas del Norte que indemnice a la familia Pisco. Y seguiremos pidiendo justicia para nuestros hermanos maltratados.

Una muerte evitable.

Un asesinato creado por la policía.


Una muerte evitable.


Como algunas falsas noticias

Evangelina Pisco murió tras caer, la madrugada del domingo 2 de mayo, en un pozo de cloacas que Aguas del Norte dejó destapado. Sus amigos y familiares, jóvenes y aborígenes, fueron torturados para obtener una confesión de asesinato. Fue hallada cinco días después, donde los torturados habían dicho que desapareció.

Tenía 16 años y era pequeña de cuerpo, como la mayoría de las adolescentes y mujeres chorotes, una de las etnias aborígenes que junto a los criollos e inmigrantes forman parte de la población del chaco salteño.

María Eugenia Aramayo, su prima de 20 años, fue la última que la vio viva, la madrugada del domingo 2 de mayo. Luego observó aterrada como desapareció en un pozo de las cloacas de la empresa Aguas del Norte, a pocos metros de la entrada de una bailanta, al costado de la ruta nacional 34, en la ciudad salteña de Tartagal. Esta abertura en la tierra, con un diámetro de 60 centímetros y 6 metros de profundidad, se hallaba, sin tapa, sin ninguna señal de su peligrosidad, desde varias semanas atrás. Así lo aseguran testigos e imágenes.

María Eugenia Aramayo, según informaron la periodista Cristina Carrazán y la antropóloga Marta Juárez, ambas residentes en Tartagal, tras advertir que nada podía hacer mirando un agujero negro, corrió hasta la casa de sus tíos, en la misión chorote, a cuatro cuadras. Les contó la desgracia al cacique Eduardo Pisco, padre de Evangelina, y a su esposa Josefina González. Ellos y otros adolescentes corrieron desesperados hacia el pozo. Pidieron ayuda a los policías que se encontraban custodiando el local bailable, pero no obtuvieron su atención.

Un periodista del diario El Tribuno conoció todo esto a media mañana de aquel domingo. En razón de que la abertura de las cloacas pertenece a la empresa Aguas del Norte (Ex Aguas de Salta), se comunicó con María Laura Terán, encargada de prensa de la firma, quien le aseguró que en el lugar se encontraban trabajando operarios pero que no había indicios de la presencia de alguna persona en los caños cloacales. Por su parte, otras fuentes aseguraron al periodista que desde ese pozo abierto se escucharon gritos desesperados pidiendo auxilio, al menos hasta las 7 de la mañana.

La periodista Carrazán envío sus textos al diario, narrando el trágico accidente, con testimonios de la prima de Evangelina, de los padres de la chica de 16 años, y una crónica estremecedora acerca de los esfuerzos de Eduardo Pisco, quien, ante la falta de colaboración de policías, intentó bajar por el agujero, sin lograrlo.

A la tarde, Terán se comunicó con el periodista de El Tribuno para decirle que los operarios de Aguas del Norte habían comprobado que en las cañerías de las cloacas no había ningún cuerpo humano. “Se tiro un bidón atado a una soga, y apareció al final de la cañería. Si hubiera algo, el bidón se hubiera obstruido”, explicó la joven.

Mientras tanto, los policías detuvieron a los amigos de Evangelina, comenzando con la prima que había dado la noticia del accidente.

A la noche, la policía anunció que, de acuerdo a la confesión de la prima, amigas y amigos de Evangelina, ésta había sido degollada y arrojada al basural por una venganza pasional entre chicas.

Dando absoluta fe a la Policía, sin usar otra fuente, desestimando la información recolectada horas antes por la periodista Carrazán en el lugar, El Tribuno publicó el lunes 3 de mayo la escabrosa noticia, con título en tapa y a doble página en la sección Policiales.

La fuente policial se reprodujo todos los días hasta el sábado, cuando, de modo insólito, El Tribuno publicó que la adolescente había sido encontrada muerta, víctima de asfixia, en un pozo de una cloaca. La información era la misma que se conocía desde el domingo pasado. También se informó que los siete detenidos, quienes según la Policía y reprodujo el diario, habían emboscado, torturado, degollado, descuartizado, tirado a la basura y/o ocultado el cadáver de Evangelina, estaban libres.

El domingo 9 de mayo, el “Nuevo Diario” reprodujo las notas escritas por la antropóloga Marta Juárez, quien, siguiendo los dichos de los familiares y amigos de la chica muerta, acusó a la Policía de torturar a éstos para conseguir información podrida, como así también a Aguas del Norte por irresponsabilidad criminal, antes, durante y después de la caída de Evangelina en un pozo abierto.

Habrá policías sancionados, seguramente; la empresa dará a conocer algún comunicado o no dirá nada, confiando que el tiempo todo lo sepulta. Tal vez los padres de Evangelina y las víctimas de torturas consigan abogados que les consigan resarcimientos económicos. Sin embargo, hasta ahora, el diario que publicó falsedades e informaciones surgidas desde la tortura, no ha hecho ninguna autocrítica.