domingo, 15 de noviembre de 2009

Envenenó a su padre porque éste se lo pidió



¿Eutanasia en Salta?. Ella intentó suicidarse pero los médicos le salvaron la vida


Una mujer habría matado con

veneno a su padre enfermo

La situación en el hogar era muy tirante. El esposo reclamaba por los gastos y problemas que causaba el abuelo.
El hombre padecía una enfermedad terminal y no podía moverse. Le habría pedido a su hija ayuda para morir.


Postrado en una silla de ruedas, hemipléjico y enfermo terminal de un cáncer músculo esquelético, un hombre acabó su vida bebiendo un vaso de veneno que aparentemente le suministró su propia hija, quien a su vez también tomó de la misma sustancia tóxica. A ella lograron rescatarla de la muerte.

El polémico caso, caratulado como homicidio pero que bien puede considerarse un caso local de eutanasia (la cual es ilegal en Argentina), tuvo lugar en un inmueble ubicado sobre el camino a San Agustín, en el barrio Círculo II, el jueves a las 13.45.

Según Marvin Mamaní, nieto político del extinto Pedro Burgos López, de 78 años, “el (en referencia a la víctima) le había dicho muchas veces a mi suegra que ya no quería vivir más, que eran insoportables los dolores, y que por los problemas que causaba en la casa, era mejor que lo ayude a morir”.

Por lo pronto, Melania Burgos, de 44 años, es la principal acusada de matar a su padre y luego intentar suicidarse. Debido a esto, mientras se recupera en el hospital San Bernardo de la grave intoxicación con veneno de la cual los médicos la lograron rescatarse, está detenida acusada de homicidio calificado por el vínculo.

Mientras tanto, los investigadores deben develar que es lo ocurrió realmente el jueves pasado, poco antes de las 14 horas. Las dudas radican en conocer si la mujer decidió eliminar a su padre y suicidarse o si el padre le exigió a su hija que acabe con su vida. Además, se desconoce si el envenenamiento familiar fue el resultado directo de la enfermedad terminal de la víctima o si a esta grave situación se le hubiera agregado los aparentes constantes reclamos de José Mamaní (48), esposo de la Melania, acerca de las “incomodidades” que el enfermo causaba en su hogar y los costosos gastos que demandaba su tratamiento.

Una jarra mortal

Poco antes de las 14 del jueves, Reina Burgos Mamaní, de 19 años, entró al cuarto de su abuelo Pedro, con intenciones de verificar el estado de éste, aunque también con un oscuro presentimiento. Cuando se acercó a la silla de rueda donde el hombre vivía postrado a causa de su hemiplejia y reuma terminal, observó que el abuelo tenía la cabeza reclinada contra un costado, su cuerpo rígido, y, lo que más impactó a la joven, abundante espuma parda le brotaba de su boca y nariz.

La chica salió corriendo del cuarto y fue cuando encontró a su madre Melania, reclinada sobre una pileta de lavar ropa, descompuesta. Al acercarse y preguntarle que le ocurría, la mujer la miró con el rostro amarillento, los ojos enrojecidos y no pudo articular palabra pues su cuerpo se dobló en dos sobre su vientre.

La horrorizada joven gritó el nombre de su padre, y cuando éste llegó, asustando, trasladaron a Melania al dormitorio. Mientras el hombre fue a pedir auxilio, Reina habría escuchado que su madre le susurró, al borde de la muerte, lo que había sucedido. Lo que aparentemente quedó en claro fueron las palabras “jarra” y “veneno”.

Melania fue llevada de urgencia al hospital San Bernardo, donde los médicos comprobaron que se encontraba intoxicada con una sustancia tóxica y lucharon para salvarle la vida. Horas después, la mujer estaba fuera de riesgo. Distinta fue la situación de Pedro Burgos. Cuando los paramédicos llegaron ya no había nada que hacer. Sólo comprobaron lo que más tarde diría la autopsia y un informe químico: el corazón y la mente del hombre se habían detenido para siempre, envenenados.

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“El no quería vivir así”


Según el relato que hizo a la Policía Reina Burgos Maman, hija de Melania Burgos y nieta del occiso Pedro Burgos López, una semana antes del fatídico jueves ella había comprado “Hiller”, un poderoso insecticida para combatir las alimañas en el extenso depósito y el almacén que su familia posee en el camino a San Agustín.
Poco después de descubrir a su abuelo muerto y a su madre agonizante, ella vio una jarra vacía al costado de la puerta. Al alzarla percibió un fuerte olor a veneno y algunos gránulos blancos en el fondo del recipiente. La chica recordó que alrededor de las 13, había visto a su madre llenando la misma jarra con agua.
De acuerdo a Marvin Mamaní, esposo de Reina, quien vive en el amplio hogar de sus suegros, “el abuelo había vuelto hace poco de Bermejo (en Bolivia), por que los hermanos de mi suegra dijeron que no lo podían atender. Entonces acá todos nos hicimos cargo de él”. Asimismo contó que la enfermedad de Pedro Burgos López era “muy costosa”.
“Se que la última vez, por una curación, tuvieron que pagar 3 mil pesos en el San Bernardo”, recordó el joven de marcado acento boliviano. “Parece que a mi suegro no le gustaba mucho lo que estaba pasando, y había discusiones por este problema”, relató.
Según Marvin, debido a sus constantes dolores y a las incomodidades que sentía provocar, la víctima fatal le había solicitado a su suegra que lo ayude a terminar con su vida. “El no quería vivir así, yo lo escuché; sufría mucho, además de paralítico, estaba todo llagado y sabía los problemas que tenía su hija por él”. Contó. “El le había a mi suegra dicho que no podía hacerlo sin ayuda (morir para acabar con sus sufrimientos y los de ellos) y que por eso la necesitaba”.

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En Argentina no existe la eutanasia


La eutanasia, etimológicamente, deriva del griego y significa “buena muerte”. Sus defensores argumentan que, por razones de dignidad humana, no se puede condenar a una persona a sufrimientos en vida, y que por el contrario, es ético contribuir a que tenga una “muerte digna”. En la práctica, la eutanasia es todo acto u omisión cuya responsabilidad recae en personal médico o en individuos cercanos al enfermo, y que ocasiona la muerte inmediata de éste.
Quienes se oponen a esta modalidad que algunos definen como de suicidio asistido, sostienen como antecedente que los médicos nazis hacían propaganda en favor de la eutanasia con argumentos tales como la indignidad de ciertas vidas que por tanto eran, según aquella propaganda, merecedoras de compasión, para conseguir así una opinión pública favorable a la eliminación que se estaba haciendo de enfermos, considerados minusválidos y débiles. Por eso, ante la realidad de los crímenes médicos durante el régimen nazi, en los Juicios de Nuremberg (1946 – 1947) se juzgó como criminal e inmoral toda forma de eutanasia activa y además se estableció desde entonces de manera positiva, es decir expresamente, que es ilegal todo tipo de terapia y examen médico llevado a cabo sin aclaración y consentimiento o en contra de la voluntad de los pacientes afectados.
Actualmente en muy pocos países se ha despenalizado la eutanasia, por ejemplo Holanda es uno de ellos. En el resto de los países, incluido Argentina, la muerte asistida es considerada como homicidio.

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Una enfermedad dolorosísima

Pedro Burgos Pérez habría sufrido de una variante de “poliartritis carcinomatosa”, que en otras palabras es un cáncer que se manifiesta en una artritis progresiva. La enfermedad se da en personas mayores de 55 años, tiene un inicio explosivo, es sumamente dolorosa pues afecta todo el sistema muscolo esquelético y compromete en primer lugar los miembros inferiores, por lo que se encuentran inmovilizados de la cintura para abajo.

Colapso

El veneno que tomaron la víctima fatal y su hija Melania es un insecticida piretroide, derivado de las piretrinas sintéticas, usado para exterminar las alimañas domésticas, como cucarachas u hormigas. En los humanos, su ingestión produce un colapso de las neuronas y el sistema nervioso central.

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